jueves, 27 de enero de 2011

La experiencia de una mamá empresaria

Hoy voy a dedicar este post a contar mi experiencia personal, sobre cómo conciliar la vida laboral y la familiar, en estos momentos de tanto esfuerzo.

Decidimos ser padres a los 37 años, estando toda la vida al frente de un negocio propio, con lo que ello supone, esfuerzo, trabajo, estar las 24 horas pendiente de tu empresa y, a pesar de todo, tener tiempo para uno mismo.

Cuando no tienes hijos, no te das cuenta, pero aunque trabajes mucho, siempre tienes tiempo para ti: paseos, comidas con amigos, mimo personal, etc. Cuando decides ser mamá, crees que todo va a seguir igual, pero además con una peque, que aún lo hará más estupendo. Crees que seguirás con el mismo ritmo de vida..., pues siento decepcionaros, pero no, no todo sigue igual.

Primero, tienes que adaptarte, redistribuir tu tiempo y energías. Pasas en un día de tener trabajo y tiempo para todo, a no tener tiempo para casi nada. Y por si esto fuera poco, no tienes ni idea de cómo funciona un bebé, te duele todo, el pecho lo tienes hinchado y una sensación de miedo te invade.

Las mujeres que estamos acostumbradas a trabajar, conocemos al dedillo nuestro mundo laboral, la gente que nos rodea y estamos adaptadas al medio, pero de repente, surge algo que no conocemos, que no sabemos exactamente cómo va y para lo que somos totalmente imprescindibles, sobre todo si le damos pecho. No te puedes despistar ni un segundo, tienes que estar siempre disponible. Por otra parte, quieres seguir al frente de tu negocio y controlar de cerca lo que siempre has controlado. Pero, en ese momento, parece que todo lo haces medio mal.

Por suerte, al cabo de muy poco tiempo y después de todas estas sensaciones, que no te atreves a explicar, porque quieres ser la mamá perfecta, la empresaria perfecta y la ama de casa perfecta, todo se normaliza, nos vamos reubicando, reorganizando y sobre todo, empiezas a disfrutar y a conocer lo mejor que tienes, que es tu hija.

Cuando pasa ese periodo de adaptación, todo vale la pena, cosas que no harías nunca, como dejar algunas tardes de trabajar, delegar en otros o librar los domingos, las haces, porque el pasar más tiempo con tu retoño, lo compensa.

Es maravilloso, comprobar que no solo eres mamá, sino que vuelves a ser persona. Acabas trabajando al mismo nivel de calidad, organizas tus horarios para ser igual de eficaz o incluso más, te vuelves más sensible con todo lo que pasa a tu alrededor, te esfuerzas, más si cabe, en lo que haces y en mi caso personal, es entonces, cuando ves que vale mucho la pena, haber pasado el sustillo de los primeros días. Que tienes algo, tu hija, que no sabías muy bien lo que iba a significar y que supera con creces cualquier expectativa. Que cada día que pasa, se teje una cuerda más gorda entre ella y tú. Que cada vez que la miras, todavía no te crees que sea algo en lo que has participado tan directamente, que te habla, te reconoce, se ríe con las gracias que le haces, está contenta en casa y que es lo mejor que te ha dado la vida.

Es inexplicable, ver como una cosita tan pequeña, evoluciona tan deprisa, y como la vida familiar, puede ser tan confortable, acogedora y tranquila.

Esta experiencia me ha permitido aprender que la vida está llena de momentos distintos y que, sobre todo, hay que tener el poder de adaptación y de exprimir el jugo de cada situación, eso nos dará la sensación total de, como dice el dicho, SENTIRSE UNA MUJER REALIZADA.

NOTA. No solo es mérito de las mujeres, en este caso, relato mi experiencia personal, pero para que todo esto sea perfecto es imprescindible tener a tu lado un compañero ideal, como es mi caso.

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